Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; Y al instante les llamó. Ellos dejando Zebedeo en la barca lo siguieron. Mt 4, 18-22
Joven, Cristo sigue llamando a muchas personas a su servicio a estar con Él. Y Tú puedes ser uno de los generosos al responder su llamada al igual que los apóstoles.
Jesús conoció a algunos de los que
más tarde serían sus discípulos en Judea, cuando él mismo formaba parte del
grupo congregado en torno a Juan Bautista. En un momento posterior, que resulta
difícil determinar, vivió una profunda experiencia religiosa que le hizo
descubrirse a sí mismo y su misión desde una nueva relación con Dios (bautismo,
tentaciones). Desde esta nueva conciencia sobre sí y sobre el proyecto de Dios
comenzó su ministerio público. Al comenzar dicho ministerio llamó a algunos de
los antiguos discípulos de Juan, que habían vuelto a sus lugares de origen,
para que le siguieran y colaboraran con él en la misión que pretendía llevar a
cabo. Es posible que esta llamada se haya repetido más adelante con otras
personas hasta llegar a formar un amplio grupo de discípulos y discípulas. Fue
Jesús quien tomó la iniciativa a la hora de llamar a sus discípulos, y lo hizo
demostrando una gran autoridad. Dicha llamada tenía como objeto, en primer
lugar, el seguimiento, que implicaba una estrecha relación con él. Pero Jesús
llamó también a sus discípulos para que colaboraran en su misión cuando
estuvieran preparados para ello. Responder a esta llamada supuso en la mayoría
de los casos una ruptura con la familia, que era entonces el principal
referente social. Finalmente, lo más probable es que esta respuesta a la
llamada de Jesús y las renuncias que implicaba se fuera dando progresivamente
hasta llegar a una total adhesión a Él y a su proyecto.
Llamada y
seguimiento en el mundo de Jesús (el contexto)
En el mundo de Jesús había diversos
tipos de relación discipular, y cada uno de ellos presuponía un tipo de
llamada. He aquí algunos de los más importantes.
En torno al siglo primero surgieron
una serie de profetas que lograron congregar en torno a sí un grupo numeroso de
seguidores. Algunos de estos grupos tenían fuertes connotaciones apocalípticas,
y esperaban una inminente intervención de Dios. El grupo de Juan Bautista, que
puede incluirse en esta categoría, nos permite hacernos una idea de cómo
llamaban a sus discípulos estos profetas. No se trataba de una llamada
personal, sino de una invitación general. Su objetivo no era la relación con el
maestro ni una misión ulterior, sino la preparación personal para la
manifestación definitiva de Dios que estaba a las puertas. En el ministerio de
Jesús encontramos también una invitación general a la conversión ante la
inminente llegada del Reinado de Dios, pero además encontramos otro tipo de
llamada personalizada que tiene que ver con su persona y con su misión.
Otro modelo de relación discipular en
tiempos de Jesús era el practicado por los maestros de la Ley en el círculo del
movimiento fariseo. La relación entre maestros y discípulos era muy valorada
por ellos, y fue el pilar sobre el que se asentó la tradición rabínica que más
tarde daría lugar al Judaísmo tal como hoy lo conocemos. Después de la
destrucción del Templo de Jerusalén en
el año 70 d. C. el movimiento fariseo se convirtió en el grupo dominante dentro
del Judaísmo. Este hecho tuvo mucho influjo en algunos grupos cristianos, y por
eso a veces en los evangelios Jesús es presentado como un rabbi (Mateo),
y la relación entre él y sus discípulos se parece mucho a la de los maestros de
la Ley con los suyos. Sin embargo, entre el modelo de discipulado fariseo y el
de Jesús hay importantes diferencias. Aunque algunos maestros suscitaban en sus
discípulos una intensa adhesión personal, el principal objetivo del discipulado
rabínico era enseñar la Ley y su recta interpretación. La figura del maestro
sólo tenía un papel instrumental, y de hecho no era infrecuente el cambio de
maestro. Además, no era el maestro quien solía elegir a sus discípulos, sino
que eran éstos quienes solicitaban entrar a formar parte de su grupo de
discípulos. Las diferencias con la llamada de Jesús son notables.
En el mundo de Jesús era también
conocida la experiencia vocacional de los antiguos profetas. La mayoría de
ellos fueron llamados directamente por Dios de formas diversas (Isaías,
Jeremías, Amós...). Ya hemos visto que uno de estos relatos vocacionales, el de
la llamada de Elías a Eliseo, fue utilizado por los cristianos de la primera
generación (Mc y Q) para formular la llamada de los primeros discípulos. Las
semejanzas entre la llamada de Jesús y la de Elías son notables (invitación
personal, ruptura familiar, misión), pero en la llamada de Jesús encontramos
también significativas novedades (vinculación personal a él, radicalización de
las exigencias). En todo caso, no es improbable que la tradición sobre Elías,
un personaje muy importante en la vida de Jesús, inspirara de algún modo la
forma en que llamó a sus discípulos.
Así pues,
la llamada de Jesús a sus discípulos no fue algo absolutamente novedoso.
Existían diversos modelos de discipulado y el hecho de que un maestro o profeta
invitase a otros a seguirle era relativamente frecuente. Jesús asumió elementos
de estos modelos culturales a la hora de llamar a sus discípulos, pero al mismo
tiempo, en su forma de llamar a los que luego serían sus discípulos encontramos
una serie de elementos nuevos cuyos efectos perduraron en las primeras
comunidades cristianas. Estos rasgos característicos son la clave para
comprender el significado y alcance de la llamada de Jesús.
Significado
de la llamada de Jesús
La forma en que Jesús llamó a sus
discípulos, el hecho de llamar a unas personas concretas y no a otras, la
finalidad de dicha llamada y las consecuencias que tuvo en la vida de quienes
le siguieron son los rasgos más novedosos de la experiencia vocacional que
encontramos en los evangelios. Ahora bien, el origen de esta novedad hemos de
buscarlo en la comprensión que Jesús tenía de sí mismo y del proyecto de Dios
sobre este mundo. Por eso, la peculiaridad de la llamada de Jesús nos remite,
en última instancia, a estas dos coordenadas, y gracias a ella podemos
entenderlas mejor. Para finalizar esta presentación, vamos a detenernos en
estos cuatro rasgos característicos que determinan la novedad de la llamada de
Jesús.
Jesús llamó a sus discípulos con una autoridad poco común
El hecho de que fuera él quien tomara
la iniciativa, y la autoridad con que lo hizo, revelan una conciencia muy
particular acerca de sí mismo. Al actuar así, Jesús se sitúa en el lugar que
Dios ocupaba en los relatos de vocación del Antiguo Testamento. En dichos
relatos era Dios quien llamaba directamente a los caudillos y profetas del
pueblo, para encomendarles una misión. Jesús actúa de la misma manera, y además
pide a sus discípulos una adhesión incondicional a su persona. Esta autoridad
de Jesús, que ha sido definida de diversas formas (carismática, mesiánica),
revela una comprensión de sí mismo (autoconciencia), que va más allá de lo que
otros profetas y guías espirituales de Israel habían pensado de sí mismos. Esta
autocomprensión de Jesús tiene que ver con su conciencia de filiación. Esta
conciencia, que se manifiesta en la forma peculiar de dirigirse a Dios por
medio de la invocación abbâ, y en sus enseñanzas sobre la oración, está
relacionada con su propia experiencia vocacional, que ha llegado hasta nosotros
de forma velada en los relatos de su bautismo y tentaciones (Mc 1,9-13 par.).
Fue después de esta experiencia cuando Jesús comenzó a llamar a sus discípulos,
y lo hizo desde una nueva experiencia de su relación con Dios. Podemos decir,
por tanto, que la autoridad manifestada por Jesús a la hora de llamar a sus
discípulos tiene su origen en esta conciencia de filiación.
Fue Jesús quien eligió a sus discípulos
Lo que los relatos de vocación nos
dicen acerca de la condición social de los discípulos de Jesús es algo muy
distinto. Pensemos, por ejemplo, en el relato de la vocación de Santiago y
Juan. En la escena, además de ellos y su padre, se encuentran los jornaleros.
¿Por qué llamó Jesús a los hijos de Zebedeo y no a sus jornaleros? Santiago y
Juan, lo mismo que Leví, y en cierto modo Pedro y Andrés, pertenecían a un
nivel social relativamente elevado. Zebedeo poseía una barca grande, pues
necesitaba contratar jornaleros. Sus hijos, como él, debían conocer el sistema
de impuestos, las artes de la pesca y cómo vender las capturas a las factorías
de salazón, además de todo lo referente al transporte de mercancías, que era su
principal ocupación una buena parte del año. Leví era un recaudador de impuestos,
un oficio que requería también notables habilidades. Pedro y Andrés podían
permitirse pasar una temporada en Judea escuchando a un nuevo profeta. Es
significativo que ninguno de estos discípulos de Jesús fuera campesino. Estos
datos no pueden ser casuales. Jesús tenía un programa y para llevarlo a cabo
necesitaba personas capaces, que tuvieran cierta movilidad.
Jesús impuso a sus discípulos condiciones de extrema radicalidad
La más importante de todas fue, sin
duda, la ruptura con la casa, que era la principal institución social en el
mundo helenístico-romano. El núcleo vital de la casa eran los miembros de la
familia, que formaban una unidad de producción y tenían la obligación de
conservar y acrecentar el honor y el patrimonio familiar. La relación dominante
en la familia helenístico-romana era la que unía al padre con el hijo, porque
sobre ella se asentaba la continuidad de la familia. Este es el marco en el que
hemos de situar los cambios que se producen en la vida de los que son llamados
por Jesús: dejar las redes, abandonar al padre, dejar la barca, levantarse del
mostrador de impuestos, vender las propiedades, o dejar de enterrar al propio
padre son actitudes que apuntan en una misma dirección: la ruptura con la casa,
la institución que entonces podía proporcionar más seguridad y apoyo a los
individuos. En los relatos de vocación no queda claro si la ruptura con la
familia es una exigencia o una consecuencia de la llamada de Jesús. En
cualquier caso, podemos preguntarnos por qué el seguimiento está tan
relacionado con esta ruptura. La respuesta no es sencilla, pero la estrategia
seguida por Jesús con sus discípulos más cercanos se parece mucho al primer
estadio de los ritos de paso en muchas sociedades tradicionales. Viene después
una segunda fase intermedia en la que se va operando la transformación. Y
finalmente una tercera fase, en la que se da la agregación al nuevo grupo o
situación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario